Rosario Murillo Asume el Control del Ejército Nicaragüense
En un movimiento que refuerza la consolidación del poder del régimen nicaragüense, Rosario Murillo, esposa del presidente Daniel Ortega, ha sido designada como jefa suprema del ejército del país. Esta decisión, que se realizó a través de una reforma urgente a las leyes militares, fortalece su posición dentro del régimen familiar que ha dominado Nicaragua en los últimos años, donde la pareja Ortega-Murillo ha cercenado las libertades democráticas.
La reforma, que recibió el visto bueno unánime de los diputados alineados con el gobierno, se inscribe en el contexto de un Estado fuertemente represivo, donde cualquier disidencia es objeto de persecución. A partir de esta modificación, Murillo tendrá la autoridad para actuar y tomar decisiones militares en la misma medida que su esposo, lo cual plantea serias interrogantes sobre la independencia de las Fuerzas Armadas en el país.
Este nombramiento representa un importante paso para Murillo, quien ya ejerce una significativa influencia en la política nicaragüense, además de sus funciones como copresidenta del país. Se le otorgan competencias para organizar la defensa nacional y dirigir operaciones militares, especialmente en situaciones en las que se sienta amenazada la soberanía del país.
El régimen Ortega-Murillo, que ha sido objeto de numerosas críticas por su enfoque autoritario y represivo, continúa ampliando sus tentáculos sobre todas las instituciones estatales, manteniendo un control férreo sobre la justicia y la prensa. La concentración de poder en manos de una misma familia plantea un preocupante escenario para la democracia en Nicaragua.
En este contexto, la comunidad internacional y los organismos de derechos humanos deben permanecer alerta ante estos movimientos que, evidentemente, buscan perpetuar un régimen que ha demostrado ser indolente ante las demandas populares. La creciente centralización del poder en Nicaragua es un recordatorio alarmante de la fragilidad de las instituciones democráticas en la región.
Como ciudadanos del mundo y defensores de la libertad, es fundamental no solamente observar, sino también actuar en defensa de los derechos humanos y la democracia en Nicaragua.